29 de agosto de 2012

La quincena de la tecnología ... en el Corte Inglés

No escribo. Ja. Normal. Acaban de rescatar mi laptop (para que veáis que integrada estoy en el lenguaje anglo-mexicano) de las garras de la muerte. Así, literal. Menuda semanas que llevo, todo lo electrónico se ha puesto en mi contra, pero empecemos por donde nos quedamos. Qué inconstante eres Clarita.

Hace unos diez días decidí apartar mi enclaustramiento jalapeño y marcharme el fin de semana a ver a mi familia. Lo necesitaba. No sabéis lo aburrido que es estar sola, y sobre todo en fin de semana. Bueno, sí lo sabéis que estoy harta de decirlo. Pues mochilita en mano me marché a la capital, como una chica de provincias que viaja por primera vez. Empezamos mal, porque salí de casa de noche y a oscuras. 


Para que os hagáis una idea, mi casa no da directamente a la calle, si no que antes atravieso un pequeño jardín, así lleno de muchas y grandes plantas tropicales, que se vea lo que luce la lluvia aquí, y luego salgo a un pasillo cerrado, y al final, detrás de una puerta, está la calle. El jardín y el pasillo tienen iluminación por movimiento, cuando te detecta al pasar, se encienden los farolillos, por fases. Pero claro, eso es si te mueves. Yo cerraba mi casa y apagaba las luces, fuera estaba como la boca del lobo, y esperaba en el umbral que diría mi abuela, a la iluminación. Sí, de pie, quieta. ¿Cómo queríais que me moviera? Si no se veía nada. Cuando me atreví a dar un paso, noté unas mariposas revoloteando a mi alrededor. Qué raro, mariposas nocturnas, y además bien grandotas y negras. Bueno, serán mariposas mejicanas ... Pero atravesando el pasillo vi como una de esas mariposas enormes se acercaba A MI y podía distinguir unos ojillos naranjas ... las mariposas no tienen ojos naranjas ... ¡Claro que no tienen! ERAN MURCIÉLAGOS. Acampan por la noche en mi jardín y como no salgo jamás de noche seguro que se marcan unos festivales increíbles. Pero esa noche salí. Y encendí las luces. Y los deslumbre. Y se vinieron contra mi persona, sin escapatoria para ninguno. Dios, que ascazo. Qué mal cuerpo.

Pero bueno, lo que mal empieza bien acaba, porque fue el preludio de un fin de semana fantástico en el que caminamos por el centro del DF, desayunamos ricos churros a la 1 de la tarde y nos aventuramos en el zoológico de Chapultepec, sin pasar por supuesto, por la galería de los murciélagos. El resto de fin de semana cumpleaños mejicano (cómo me gustan), comidas familiares, tamalitos para desayunar, excursiones a la montaña y burritos gigantes. Qué bien se siente una, cuando aún estando lejos, te hacen sentir como en casa... es lo mejor que me llevo de aquí.

Y después de esta recarga de pilas para mi, la tecnología se me puso en mi contra. Los cascos de mi ipod se descompusieron en cachitos, quizás reclamando que después de 4 años ya les tocaba jubilación. Tuve que comprarme unos aquí que ya he cambiado 2 veces porque son malos no, lo siguiente. Mi cámara de fotos, envidiosa de la situación, quiso tener también su momento de gloria e hizo estallar su pantalla en mil pedazos. Descanse en paz. Y por si fuera poco, un virus de esos que llaman troyano, aunque yo denominaría de otra manera menos educada, se instaló en mi disco duro y se hizo con el control (literal) del portátil. Cinco días peleándome con él, en el que el resultado quedó claramente Troyano 3 - Clara 0, tuve que pedir auxilio externo. Menos mal que el único amigo que tengo en Xalapa vive una calle más arriba y es informático. Algún día os hablaré de él, y de su madre, son fantásticos. Y no solo porque me dejara la computadora como nueva, que lo hizo. También él se ha peleado con el troyano de las narices, pero después de 12 horas de lucha, ha ganado, y vuelvo a estar conectada.

Así, con este panorama, no me diréis que no tengo la semana de la tecnología, parece que me ha mirado un tuerto. Hoy he encendido la televisión y han empezado a salir unas rayas raras ... mal asunto ...

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