24 de julio de 2009

Estrés pre-vacacional

No imagináis el estrés que arrastro estos días. Entre trabajo, proyecto, maleta, ultimar los detalles del viaje y gestiones varias no soy persona. Para los que aún no os habéis enterado: sí, nos vamos de vacaciones a Tenerife, el lunes sale nuestro avión. No es Punta Cana mojito en mano, pero se le parece mucho ¿no? y como yo voy a tener mi trocito del Caribe este verano (aunque sea en el Atlántico), mi futuro se compró la psp, que si alguno tenía que ceder, no iba a hacerlo el solo.

Explicaciones apartes, mil preparativos que hacer. La maleta, una sola para los dos, aunque con el tamaño que tiene no sé si nos dejarán embarcar … Ayer, toda la tarde de rebajas, en busca del bañador perfecto para mi novio, y algún pantaloncillo corto para lucir cacha. Pues nada, las rebajas este año son un poco caca. Eso sí, yo me traje dos pares de pantalones, unos zapatos divinos, un bañador con mucho glamour con pareo incluido y la adquisición estrella: un gorro blanco de ala ancha auténtico para ir a las Canarias y lucir divina. Claro, cuando me ve entrar en casa, llena de bolsas, y diciéndole que no había encontrado nada casi me da la risa …

A todo ello se suma que mañana me voy de fin de semana campero familiar. Que con todo lo que tengo que organizar, la gente me dice que lo posponga. Pero no lo haré, me niego a cancelarlo, aunque tenga que hacer malabares y dejarlo todo listo esta noche. Los fines de semana padre e hijas se organizan dos veces al año, una en Navidad (lo llamamos nuestra Navidad alternativa) y otro en verano. Consiste en pasar un mínimo de dos días en nuestro refugio particular, sin parejas, sin agobios, sin obligaciones y, si puede ser, sin estar colgados del móvil. Disfrutamos de la compañía mutua, nos relajamos y nos contamos nuestras cosas sin atropellarnos, hacemos excursiones y papá siempre nos prepara alguna delicatessen, sorpresita incluida. Por unos días al año nos olvidamos del resto del mundo y solo estamos nosotros, volvemos a ser las niñas pequeñas que se dejan mimar. Me encanta y estoy deseando que lleguen esos días para estar con mi hermana y mi padre. Los necesito como agua de mayo. Y es que cuando tienes una familia atípica, como la mía, en la que cada uno tiene hecha su vida, es muy importante buscar momentos para compartir, para estar juntos. A veces es complicado cuadrar las agendas, pero podemos presumir de que el tiempo que pasamos juntos es elegido y de calidad, eso os lo garantizo.

Y también que me voy a perder una pedida de mano de alta alcurnia, que en mi vida he asistido yo a un evento de este calibre y me encantaría ver como capotea el novio el momento. Sobre todo porque es sorpresa, y va a encontrarse de lleno con la fiesta (no, nos os preocupéis que no lee el blog, no hay peligro de que se entere por aquí). Quiero verle las caras a los futuros esposos y el pedrusco que lucirá la prometida esa noche, porque habrá pedrusco, lo intuyo. Voy a perderme un fiestón, lo sé. Pero la protagonista sabe que mis razones son indiscutibles, que los planes son inamovibles y que si mis amigos son importantes, a mi familia la necesito. Yo sé que ella lo entiende a la perfección, por eso es mi mejor amiga.

Ahora ando liada con la maleta, dejando la casa limpita para mi marcha y buscando las pilas para la cámara de fotos, que nunca, nunca, las encuentro a tiempo. Entre lavadora y plumero me siento un ratito para estar con vosotros. Y me doy cuenta de que el síndrome de la superwoman no me gusta nada, que eso de trabajar en lo tuyo, acarrear con la casa, el coche, el marido y los niños (yo de momento solo tengo gato), organizar las cosas del banco y hacer la compra, además de estar esplendorosa, divina y realizada no va para nada conmigo. Pero eso es un tema que debatiremos en el siguiente post, porque aunque me vaya unos días, Clara no cierra por vacaciones …

7 de julio de 2009

Cursos de verano vs. Ikea

Ayer estuvimos en Ikea. Domingo de muebles, comida de nombre imposible y mónteselo usted mismo. Me encanta. Pero nunca jamás de los jamases lo hagáis un domingo. Y menos cuando el lunes madrugas. Y mucho menos si ese lunes se inauguran los cursos de verano que organizas. Es la muerte.

Y entono el mea culpa, lo reconozco. Pero tengo mis razones. Resulta que desde hace unas semanas estoy terminando mi proyecto de investigación en publicidad. Lo que implica ordenador, libros, apuntes, folios, rotuladores, post-it y mil cosas para trabajar. Me gusta desperdigarlo todo en la mesa y tenerlo a mano. Me gusta investigar en superficies amplias. Pero lo más amplio que tengo en mi apartamento es la mesa del comedor. Dónde evidentemente comemos. Todos los días saca el trabajo, reparte, localiza, ordena y redacta. Y luego recoge y coloca, y vuelve a empezar. Imposible trabajar a gusto, mis neuronas sufren mucho, pero es lo que hay. Bueno, era lo que había hasta ayer, porque en Ikea compré la mesa de mi vida. Amplia no, ¡enorme!, blanca y de cristal, con silla de piel a juego. Oferta de la web, amor a primera vista, solo hasta el domingo. Y una vez localizada ya no fui capaz de trabajar en ningún sitio más, no supe hacerlo. No me imaginaba a mí misma en otra silla, en otra mesa (y menos en la del salón). Así que me planté con mi futuro y mi madre en Castilleja de la Cuesta.

Los primeros en llegar, no nos fueran a quitar la mesa y dejara el proyecto a medias, que yo os juro que si no es en mi mesa nueva, no soy capaz de redactarlo. Desayuno 1 euro; primera vuelta con compra correspondiente; perrito y coca cola 1 euro; segunda vuelta y paso por caja; comida (adoro las albóndigas y los postres suecos) y última vuelta. Esta ya de cortesía, porque para salir del restaurante es necesario atravesar todo el almacén, así bajamos la comida. Yo creo que además está todo calculado, porque siempre acabamos pasando por caja la tercera vez. No sé como hay cosas que son imprescindibles y que no veo en la primera batida (a mi me da que las van sacando según nos ven entrar por las secciones, se me debe notar la adicción Ikea).

Por si fuera poco, visita a Decathlon y tiendas varias, porque ya que estamos … a mi novio le da como cargo de conciencia hacer más de 200 kilómetros y gastar menos de 200 euros, dice que no le cunde. Para rematar llega a casa y monta la mesa sí o sí, y coloca todas las cosas que has comprado, que no necesitabas pero que eran monísimas e hiperbaratas, y ahora no sabes dónde ponerlas.

Y esta mañana levántate a las 7 para estar monísima de la muerte, despejada y simpática, rematar los flecos que han quedado sueltos y aguantar estoicamente las dos conferencias de la mañana. Ni he ido a casa a comer, hoy me toca jornada intensiva. Y mañana más, con presentación de ponentes incluida …

Estoy agotada, mi cuerpo ahora mismo solo procesa café, si es en vena mejor. Y ni siquiera se a que hora saldré de aquí. Deseando estoy que llegue la hora y pueda repartir el millón de folios encima de mi nueva adquisición, tan blanquita y tan grande. Entonces valoraré si ha merecido la pena este lunes infernal.